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jueves, 31 de marzo de 2011

52.- "Antisimetría"




Por todas las calles podíamos ver los carteles en cerámica de casas, palacios, iglesias o conventos advirtiendo de la antigüedad del sitio, casi siempre entre los siglos XIV y XVIII.

Esta época, como la de la ventana cerrada de la foto, contrasta con lo contemporáneo del cuadro de Carlos Saura “Cocktail Party” que, aunque lo pintó en 1960, mantiene la frescura en nuestros días.

Pues sí, se trata del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. En sus blancas paredes están colgadas obras, además del mencionado Carlos Saura, de Manuel Rivera, Rafael Canogar, Eduardo Chillida, Modest Cuixart, Luis Feito, César Manrique, Manuel Millares, Jorge Oteiza y Antoni Tàpies entre otros, encabezados por Fernando Zóbel, promotor del Museo allá por la década de los 60.

Es todo un placer recorrer las estancias, más que salas, de este museo y disfrutar a la vez de este germen de modernidad embebido en la historia misma de la ciudad por estar en dos de las famosas Casas Colgadas (siglos.XIV-XV), unos de los edificios más emblemáticos de Cuenca; y por sus ventanas contemplar la hoz del Huécar.

Esta se la dedico a una conquense de pura cepa: Su de la Mancha, va por ti.

martes, 15 de marzo de 2011

51.- "Hiedra"




El invierno es así: mientras el viejo árbol, majestuoso, está adormecido por el frío; la siempreverde hiedra no sólo no pierde su color, su brillo y su fuerza, sino que es precisamente en esta estación cuando da sus frutos.

Así desarrollará más envergadura durante la primavera, tapizando las tapias de las huertas y las paredes de las casas para hacerlas más frescas en el verano.

Pero para eso faltan algunos meses...

viernes, 11 de marzo de 2011

50.- "Pastoreo"




Hoy tocan balidos.

En la anterior puse un jabalí y en esta son ovejas y cabras, y como dicen mis amigos Emilio Cuenca y Margarita del Olmo en su libro "Nuestra Cocina", en el capítulo "La gastronomía en el libro del Arcipreste de Hita":

"...haremos hincapié en esta tradición árabe y judía del consumo de carne de ganado lanar y caprino y del aceite de oliva, y en consecuencia creemos conveniente desmitificar, con rotundidad, al cerdo como valor gastronómico en las tierras del Arcipreste."


Caldereta de cordero, manitas, mollejas, cabeza asada, paletilla igual, cabrito bien frito y otras muchas eran la delicias que árabes y judíos trajeron a estos lares y, como España ya sabemos que es "crisol de culturas", o sea, riqueza cultural y moral, pero follón asegurado, los cristianos desde niños picamos de aquí y de allá según podemos leer en el sugerente capítulo "Porcus bellotarum":

"Yo fui iniciado en el sabroso y suculento sabor del cerdo en mi más tierna infancia, justamente cuando a los pocos meses de edad fui capaz de agarrar un torrezno con la manita y llevarlo a la boquita para chuparlo y chuparlo. Después de aquella experiencia gastronómica me negué a poner entre mis labios cualquiera de aquellos chupetes de caucho que no aportaban sustancia alguna."


Vamos, que en estas tierras nuestras hacemos a pelo y a pluma, que diría un cazador; y a buenos quesos y verduras frescas; y a guisos contundentes con patatas o legumbres; y a pescados frescos de nuestros ríos y de los mares llegados; buenos postres, dulce miel de la Alcarria y generosos caldos, en bota o en porrón; o unos chatitos con los amigos, que, como yo digo, el mejor vino es el compartido. Y todo a base de pan, de buen pan. El título de su capítulo lo dice todo:




"A buen hambre, no hay pan duro.
Un alarde de creatividad gastronómica en torno al mendrugo"





Ahí estaba el pastor de Tamajón, Guadalajara, con un par de perros y su rebaño de ovejas y algunas cabras.
Oficio duro y sacrificado, de mucho pensar y poco hablar.




¡Vaya ésta por ellos, por sus migas y por sus gachas!




Margarita, Emilio: muchas gracias.

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