Prefiero huir de las típicas siluetas más que conocidas de esta bonita ciudad que aparecen en todos los catálogos y guías de viajes. Prefiero lo menos conocido, pero sí reconocible.
Y lo imprevisible: los cielos surcados por aviones y con nubes hechas jirones por el viento y atravesadas por el sol del atardecer de una tarde de primavera. Incluso una paloma se quedó ahí colgada.
Esta placidez, iluminada por los rayos del sol del sábado, se tornó en gris tormentoso el domingo, tomando el cielo una fuerza de tal belleza de volúmenes y tonos grises, azules y blancos que viendo la foto hasta podemos oler la humedad.
Pero esa será la próxima foto y no será mía…
3 comentarios:
Pues a mi me parece una foto muy sugerente. Si señor.
Sugerente... ¡y de qué manera!
Pero no descubro nada nuevo de Cuenca.
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