Era una mañana fresca, no fría. La niebla todo lo envolvía, había un ambiente especial, misterioso pero tranquilo. Invitaba al paseo y eso hicimos.
Los robles y los castaños, con sus muchas hojas en el suelo, aparecían majestuosos con gotas de agua en las ramas como fantasmas inmóviles.
Y por encima de todo dejaba verse el sol, tímido por la niebla...
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