Era una fría mañana de enero y lucía el sol.
Un sol brillante que hacía refulgir la nieve, templaba el cuerpo y animaba a seguir subiendo.
Arriba esperaba... nadie, la soledad de la cumbre, la soledad de saberte en lo más alto pero nadie con quien compartirlo.
Después sí, después todos lo sabrán, pero allí estás solo.
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