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viernes, 11 de marzo de 2011

50.- "Pastoreo"




Hoy tocan balidos.

En la anterior puse un jabalí y en esta son ovejas y cabras, y como dicen mis amigos Emilio Cuenca y Margarita del Olmo en su libro "Nuestra Cocina", en el capítulo "La gastronomía en el libro del Arcipreste de Hita":

"...haremos hincapié en esta tradición árabe y judía del consumo de carne de ganado lanar y caprino y del aceite de oliva, y en consecuencia creemos conveniente desmitificar, con rotundidad, al cerdo como valor gastronómico en las tierras del Arcipreste."


Caldereta de cordero, manitas, mollejas, cabeza asada, paletilla igual, cabrito bien frito y otras muchas eran la delicias que árabes y judíos trajeron a estos lares y, como España ya sabemos que es "crisol de culturas", o sea, riqueza cultural y moral, pero follón asegurado, los cristianos desde niños picamos de aquí y de allá según podemos leer en el sugerente capítulo "Porcus bellotarum":

"Yo fui iniciado en el sabroso y suculento sabor del cerdo en mi más tierna infancia, justamente cuando a los pocos meses de edad fui capaz de agarrar un torrezno con la manita y llevarlo a la boquita para chuparlo y chuparlo. Después de aquella experiencia gastronómica me negué a poner entre mis labios cualquiera de aquellos chupetes de caucho que no aportaban sustancia alguna."


Vamos, que en estas tierras nuestras hacemos a pelo y a pluma, que diría un cazador; y a buenos quesos y verduras frescas; y a guisos contundentes con patatas o legumbres; y a pescados frescos de nuestros ríos y de los mares llegados; buenos postres, dulce miel de la Alcarria y generosos caldos, en bota o en porrón; o unos chatitos con los amigos, que, como yo digo, el mejor vino es el compartido. Y todo a base de pan, de buen pan. El título de su capítulo lo dice todo:




"A buen hambre, no hay pan duro.
Un alarde de creatividad gastronómica en torno al mendrugo"





Ahí estaba el pastor de Tamajón, Guadalajara, con un par de perros y su rebaño de ovejas y algunas cabras.
Oficio duro y sacrificado, de mucho pensar y poco hablar.




¡Vaya ésta por ellos, por sus migas y por sus gachas!




Margarita, Emilio: muchas gracias.

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