Esta impresionante maravilla es el glaciar de Briksdalsbreen, en el Parque Nacional de Jostedal, en Noruega.
Después de un buen rato en autobús contorneando inacabables fiordos llegamos a Briksdalsbree, tomamos un camino de ascenso junto al, más que arroyo, torrente por el que bajan raudas las aguas que vemos.
En su descenso nos "duchamos" en un tortuoso salto que es la cascada de Kleivafossen.
Una vez por encima de ella el camino pierde pendiente y ya se puede avistar la lengua del glaciar, siendo un auténtico paseo de ilusión por llegar y de deleite para la vista, no sólo por éste, quizás el más grande de los que allí asoman, sino también por otras aparentemente más pequeñas.
Pero la sorpresa fue llegar al lugar de la foto porque es por un hueco entre rocas, no viendo la cantidad de agua que precipitada por el deshielo se prepara para la bajada en este bonito lago azul.
Por el tamaño de la persona que aparece podemos apreciar la impresionante dimensión del coloso que se asoma amenazante y que, desgraciadamente, cada año se ve reducido.
Por esto digo que nos observa, porque la amenaza es la disminución. Nos mira y nos implora para que vivamos en consecuencia respetando la Naturaleza. No en vano, Noruega es un "testigo" mundial. La salud del planeta se mide allí, donde la la contaminación es infinitamente menor que en cualquier otro país y, por tanto, las variaciones de cualquier parámetro son más críticas.
Aparte de lo alejado del centro del continente, Noruega es un país saludable porque sus habitantes llevan las buenas costumbres de la Ecología grabadas a fuego en su interior y eso se traduce en un modo de vida respetuoso con el medio ambiente.
Una pregunta:
¿Quién de nosotros ve en el suelo una lata de refresco vacía que alguien tiró, se agacha, la coge y la deposita en una papelera?
Eso lo vimos nosotros.
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